lunes, 20 de mayo de 2019

Reflexiones sobre España de cara a Eurovisión 2020

Fuente: RTVE.es

Pongamos un ejemplo: un alumno ha repetido varios años. A pesar de eso, él sigue empeñado en no dejar el instituto, y ahí sigue ocupando su silla. Al igual que en el resto de cursos, empieza como siempre: llega tarde a clase, no hace los deberes, no estudia, suspende los exámenes... hasta que, de repente, decide cambiar de actitud en el tercer trimestre y arreglar el curso. Y, sorprendentemente, trabaja bien durante este tercer trimestre, que aprueba. ¿Pero consigue aprobar el curso? No: sigue suspendiendo como ha hecho todos los cursos anteriores. Ante esto, el alumno se pregunta qué ha podido fallar. Él asegura que lo ha hecho todo bien, y que ya no sabe qué más hacer para poder aprobar. Bien: pues ese alumno es España en Eurovisión 2019.

La candidatura española estaba abocada al fracaso desde sus primeras decisiones. Por motivos contractuales, tuvimos que volver a comernos OT como sistema de selección, con una Gestmusic que no quería saber nada, una RTVE que quería quitarse rápido el marrón de encima y unos concursantes que no tenían interés alguno (salvo honrosas excepciones) en ir al Festival. A eso hay que añadir el ínfimo nivel de los temas, todos ellos rozando la vergüenza ajena (y que no dejaban de ser descartes que nadie quería). Este año pasaba por ser un puro trámite, otro bottom cantado y a pensar en 2020.

Pero algo de repente cambió. La delegación empezó a trabajar, se contrató a Fokas Evangelinos y se llevó una propuesta escénica que, gustando más o menos, estaba perfectamente trabajada. A pesar de ello, el destino de España estaba escrito y, aunque se han dado pasos en la buena dirección, seguimos muy lejos de acercarnos tan siquiera a luchar por estar regularmente entre los 15 mejores. ¿Y ahora? Vamos a plantear los posibles escenarios que se le abren a RTVE si quiere realmente volver a ser competitiva en el Festival de Eurovisión, centrándonos en aquello en lo que siguen fallando: el proceso de selección de canción.


Escenario 1: transición hacia una preselección


Pongamos el caso de que en nuestra corporación pública de radio y televisión alguien decide que hay que trabajar en aquello que sigue fallando: el proceso de selección de canción. Y tienen claro que el camino a seguir es el de una preselección, pero creen que no están lo suficientemente preparados para llevarla a cabo. ¿Cuál es el formato lógico de transición? Una elección interna. Pero evidentemente no puede ser una elección interna cualquiera: tiene que ser un nombre que suscite el suficiente interés a nivel general, con una canción que suene constantemente en la radiofórmula.

Convencer a un artista para representarnos en Eurovisión no va a ser fácil, lo sabemos todos. Pero hay tiempo de sobra e ideas para llevarlo a cabo. Desde ir directamente a por un artista, ofreciéndole condiciones tremendamente atractivas (promoción constante en todos los programas de la cadena, programas dedicados al artista -incluida la emisión de un concierto o del programa musical de nochebuena-); hasta ir a por compositores de renombre para que compongan un gran tema y, una vez compuesto, buscar conjuntamente qué artista es el idóneo para interpretarlo. Los caminos son múltiples, siempre y cuando se respeten dos elementos: un gran tema y la búsqueda de un gran apoyo por parte del país.

Escenario 2: elección interna como vía de futuro


En este escenario, desde RTVE consideran que España no es país de preselecciones, o que simplemente no quieren gastar dinero ni tiempo en hacer una gala de preselección, por lo que optan por la vía rápida: elección interna. Partiendo de los elementos expuestos en el escenario anterior, vamos a profundizar un poco más sobre la base de esta elección interna.

Primero, quién tendría que llevar a cabo esa elección interna. Creo que queda bastante claro que esta decisión tiene que basarse en criterios musicales principalmente, pero también televisivos. Y que esta decisión no puede ser tomada en solitario por gente de la televisión pública, sino que hay que ampliarlo a gente de la industria musical española. Por tanto, un comité de expertos en diferentes áreas tendría que ser el encargado de la designación de la candidatura.

Aprendiendo de los errores de los demás podemos hacer un análisis más preciso de la situación. Especialmente fijándonos en Bélgica: un país ha escogido canciones extraordinarias que han sido destrozadas vilmente por sus intérpretes. Por ello, vuelvo a lo dicho en el escenario 1: tal vez el camino más adecuado sea el de escoger una canción, pensando siempre en la canción, y a partir de la misma buscar quién sería el intérprete más adecuado. Otra opción sería la que usan los portugueses en su Festival da Cançao: son los propios compositores de los temas los que deciden quién los interpreta. Múltiples son las opciones, pero funcionarán siempre y cuando se consiga tener una gran canción con un intérprete que consiga hacerla suya e interpretarla adecuadamente.

Escenario 3: preselección


En RTVE deciden que no quieren hacer años de transición, y que consideran que hay que establecer un formato público de selección. ¿Cuál es el camino a seguir? Vamos a fijarnos en los países más parecidos musical y socialmente a España para poder definir qué ha funcionado (y qué no), y en base a eso elaborar una propuesta para España.

¿Quiénes, musicalmente, se asemejan más a España dentro de Europa? Los países mediterráneos y Portugal. Si nos fijamos en Italia, tenemos a Sanremo como formato de selección (de forma indirecta, dicho sea de paso); si miramos a Portugal, tienen el Festival RTP da Cançao, formato con años de Historia. Ambos son festivales que gozan de un largo recorrido y de una tradición dentro de sus respectivas sociedades, por lo que poco podemos rescatar de ambos... o tal vez algo sí.

Fijémonos en Portugal. Tras abandonar el Festival, decidieron darle un giro de tuerca a su Festival da Cançao, abandonando el estilo Objetivo Eurovisión que protagonizó los años anteriores (incluyendo el bochornoso FdC del 2014) para centrarse más en lo importante: la canción. Dejando el resultadismo a un lado, los éxitos están ahí: tres grandes canciones presentadas a Eurovisión, que ya quisiéramos en España. Y especialmente reseñable ha sido la edición de este año, con un extraordinario nivel de canciones y artistas, participando los primeros espadas de la industria musical portuguesa. ¿Cómo ha conseguido Portugal cambiar la imagen "friki" del Festival da Cançao para convertirlo en una referencia? Pues con una sola palabra: trabajo.

Hay vida más allá del Melodifestivalen, y el Festival da Cançao es el ejemplo perfecto. Tenemos que abandonar la idea de querer copiar a los suecos porque, ni sabemos, ni debemos. España tiene que buscar su propio camino, con un formato que tenga un sello musical y televisivo reconocibles (como el propio Melodifestivalen, el Eesti Laul o el A Dal, siendo estos dos últimos formatos muy recientes) y aprendiendo de los aciertos y errores de aquellos países con los que tenemos más semejanzas. Un Festival da Cançao es inviable en España, pero no es inviable que podamos aprender de él. Igual que podemos aprender de Sanremo la obsesión que tienen por el concepto "canción italiana", y que hace que cualquiera de las canciones italianas en el Festival sea perfectamente reconocible a primera escucha (cosa que, habitualmente, no pasa con las españolas -exceptuando el idioma-); o igual que podemos aprender del Melodifestivalen su forma de hacer televisión de un modo impecable. De todas podemos aprender, pero siempre que busquemos un formato con esencia, propio, abierto a mejoras y transformaciones en el tiempo, pero que perdure.

Y ese es principalmente el gran problema de España con los formatos de selección: que ninguno dura más de 3 años. El reto es dar con la tecla de encontrar algo con lo que seguir, sean cuales sean los triunfos o fracasos iniciales, porque se confía en que ese trabajo al final dará resultados. No podemos pretender que, de la noche a la mañana, España se codee con Italia, Suecia, Noruega o Rusia: son países que tienen una tradición competitiva en lo musical que, a día de hoy, España no tiene. Y eso se consigue con tiempo y trabajo, no hay más misterio.

Conclusiones finales


El "no sabemos ya qué hacer" que tanto pregonaban tras el batacazo (esperable) de Miki es mentira: ahí están los tres caminos a seguir. RTVE se piensa que, por un año en el que ha trabajado a medias, se iba a quedar bien; no contaban con que las otras 24 finalistas (excluyo al Reino Hundido por obvios motivos) también trabajan no solo como España, sino más y mejor. Si España quiere competir de verdad, si se quiere llevar una propuesta que funcione, hay que trabajar desde ya en buscar la mejor propuesta. Ahí tienen los tres escenarios posibles: si quieren realmente quedar bien y llevar una propuesta con la que salgamos con la cabeza bien alta (independientemente del resultado), elegirán uno de ellos; si, en cambio, pretenden hacer un paripé (como todos los años), tendremos que esperar hasta diciembre para saber qué nueva fórmula by Toñi Prieto se les ocurre.

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